Crecí oyendo repetidamente las maravillas de la Transición política española. Recuerdo a todos aquellos jefes de estado y gobierno de América Latina y Europa del Este tras la caída del Muro de Berlín alabando la Transición en las entrevistas que coincidían a los medios en sus visitas oficiales a España. Y recuerdo como pensaba de aquellos que criticaban al PSOE y PCE desde posiciones más a la izquierda que eran unos viejos cascarriabas.
Parece como si una generación de española hubiera desistido de leer la letra pequeña del contrato. Y sólo otra generación, que no vivió la Transición ni el 23F siendo mayor de edad, con nuevos medios se dispone a romper tabúes. Esa generación descubre de pronto las peculiaridades del código penal español respecto a lo que se puede decir sobre la familia real. O descubre que hay muchos españoles, parientes próximos de personas vivas, enterrados en fosas comunes o en cualquier cuneta.
Contaba Javier Ortiz hace poco que un amigo le había mostrado su sorpresa al descubrir una bandera republicana colgada en la pared de la habitación de su hijo. Yo que soy de una generación que mira con desconfianzan a los hijos de la ESO empiezo a creer que nos queda por delante tiempos interesantes. Ojalá.
Ojalá
Pues ojalá no. Porque los tiempos interesantes suelen ser duros.
La transición se basó en un doble olvido. Unos olvidaban la represión franquista y otros olvidaban la cuasi revolución que vivio España.
Ahora se pretende recordar a los represaliados republicanos como unos demócratas de toda la vida que luchaban por la libertad y la democracia.
Y eso caballeros es falso. El principal problema de la II república española es que no habia demócratas. En 1936 el PSOE, y otros partidos de izquierda eran partidos revolucionarios y antisistema con milicias y demás.
La transición se fundó en un doble olvido, del que ahora solo se quiere recordar una parte y además falseada.
Dani, no me sea equidistante: la República era una democracia, con las crisis típicas de todas las democracias europeas en el periodo de entreguerras, pero democracia.
No se pueden comparar 40 años de dictadura y represión con algaradillas revolucionarias. Fíjese, en el número de afiliados al PCE el 18 de julio de 1936, y cuántos había apenas dos años después.