Cuando trato de explicar qué entiendo por Guerras Posmodernas lo resumo en la superación del modelo del Estado Moderno y el tipo de guerra asociado a él. Hablar de la crisis del Estado puede sonar extraño. Al fin y al cabo Estados Unidos sigue siendo la única híperpotencia global con China manteniendo en el horizonte la posibilidad de un futuro orden mundial bipolar. En los lugares más insospechados movimientos nacionalistas pretenden constituir un estado a partir de una comunidad etno-lingüística. Pero ningún gran cambio social tuvo lugar de la noche a la mañana. ¿Alguien se atrave a fechar el inicio de la globalización?
El Estado y la guerra modernos aparecieron en la transición de la Edad Media al Renacimiento. Y esa transición no arrancó al mismo tiempo en todos los lugares de Europa. Durante la Guerra de los Cien Años sólo tuvieron lugar tres grandes batallas: Crecy, Poitiers y Azincourt. En las tres ocasiones los arqueros ingleses derrotaron a los caballeros franceses, adelantando la venidera supremacía de la infantería. Pero aún así Francia terminó ganando la guerra. Los caballeros medievales sólo tuvieron su ocaso final en las guerras italianas de principios del siglo XVI.
Buscar síntomas de la crisis del Estado puede llevar a equívocos. Posiblemente la aparición de entidades supraestatales, la Unión Europea es su modelo más desarrollado, puede que sea uno de ellos. Pero donde debemos mirar es en los estados nacidos tras la descolonización de África, el Cáucaso y Asia Central (sí, considero «colonización» lo que zares y el PCUS hicieron). El desmoronamiento de los estados de la costa noroccidental africana o de Somalia afectan a Canarias o a la flota pesquera vasca que faena allí. Y no es sólo el grado de interconexión entre territorios. Es la escala y el protagonismo de los actores subestatales.
Aquí llegamos al segundo punto que origina suspicacia. Por entidades subestatales actuando como actor en un conficto armado podemos entender cualquier facción, grupo armado o movimiento social que haya participado en guerras y batallas en los últimos 2.000 años de historia. De hecho hay algún teórico que insiste en que los nombres que designan nuevos tipos de conflicto armado sólo esconden la vieja insurgencia de la Guerra Fría. Pero las guerras civiles de los últimos dos siglos han tenido casi siempre en común el objetivo de las partes de tomar el poder en un Estado o escindir el territorio de un Estado en uno nuevo. Y sin embargo actualmente la globalización económica, las nuevas tecnologías y el desorden internacional tras la Guerra Fría hacen en muchos casos irrelevante al Estado.
En un primer paso milicias que controlan porciones remotas y ricas en recursos naturales de algún país acceden a los mercados internacionales negociando vía teléfono satélite. El suministro de réplicas serbias o bulgaras del Kalashnikov le llegan transportadas en An-12 o Il-76, aviones capaces de aterrizar en cualquier lado, pertenecientes a algunas oscura compañía bielorrusa o ucraniana. Ya no es necesario el patronazgo de una súper-potencia (EE.UU., U.R.S.S., China) o un aliado suyo (Cuba, Siria, Libia, Sudáfrica) para subsistir. Los fondos los proporcionan la cocaína, el petróleo, las maderas de calidad, los diamantes y el opio procesado o no. En el peor de los casos si mantiene una reclamación de soberanía puede mantenerse vinculada a la diáspora, vía Internet y canales de TV satélite, de la que recibir aportaciones. En muchos casos las reclamaciones políticas quedan en segundo plano al convertirse la maquinaria de hacer dinero, y no el nuevo estado-nación soñado, en un objetivo en sí mismo por el que matar haciendo toda clase de atrocidades o morir. El desafío queda claro: ¿Cómo hacer que deponga las armas una guerrilla que controla el tramo local de la gran ruta de la coca o la heroína hacia EE.UU. o Europa? ¿Cómo hacer que un señor de la guerra que controla la zona diamantífera del país se siente a negociar con un gobierno que sólo controla la depauperada capital del país?
El segundo paso implica que una organización subestatal transcienda las fronteras nacionales. No necesariamente ha de pasar por el primer paso. Puede perfectamente nacer como una entidad transnacional. No es necesario extenderse en ello: Al Qaeda es buen ejemplo. Y no cuesta nada entender que si luchar contra organizaciones que estén en la primera fase del cambio evolutivo, las que están en esta segunda fase son aún más complicadas. Dicho lo cual queda por ver cómo entender los recientes acontecimientos en el Líbano.
Pues yo la actual situación la retrotraigo al S. XIX cuando el mundo se hizo verdaderamente pequeño y los europeos lo conquistaron. Se encontraron con situaciones como las descritas muy amenudo. Al ministerio de AA.EE. británico por ejemplo no le hubieran extrañado las actuales circunstancias que describes de fin del Estado.