Cada uno asocia los hechos históricos con vivencias personales. Y yo algo que siempre asociaré a la invasión de Iraq fue encontrarme a mí mismo en un bar explicándole a cierta persona el tiempo que dedicaba por aquel entonces a rebatir en foros en Internet que Iraq poseyera armas de destrucción masiva. Discutía admeás la hipocresía que suponía usar esos supuestos arsenales como excusa para invadir el país, cuando resulta que el invasor los había ayudado a crear. En aquel entonces había gente convencida que Iraq era una amenaza para el mundo mundial y que Estados Unidos, Dios los bendiga, jamás contribuyó en modo alguno a los programas de armas químicas o bacteriológicas de Iraq. Eso, decían, fue cosa exclusivamente de Alemania, Francia, Rusia y la España de Felipe González. Traficantes de muerte convertidos en dulces palomas de la paz defensoras del dictador.
No soy capaz de recordar si la guerra era inminente o ya caían las bombas sobre Bagdad. Me inclino por lo segundo. Pero me recuerdo caminando por aquella avenida rumbo al bar pretendidamente bohemio y supuestamente intelectual al que ella me llevó, maldiciendo la hora en que se me ocurrió aceptar su propuesta de tomar algo juntos. Por mucho rencor que hubiera acumulado había una parte de mí que deseaba saber de ella. Pero en la práctica, en el mundo real, sentado en aquella mesa con ella enfrente comprendí que no tenía ningún interés en oírle una vez más sus neuras. Y mucho menos estaba dispuesto a hablarle yo de los mías. Así que opté por escudarme en mi papel de friki, locuaz narrador de batallitas dialécticas en foros de Internet. Sé la impresión que le causé. Lo hice a posta. Y aún así me hirvió la sangre sin perder la compostura cuando ella me soltó como una bofetada, creyéndolo divertido, «no sé cómo me enrollé con un tío como tú».
Para mí todo había empezado leyendo «Guerra contra Iraq» escrito por William Rivers Pitt en colaboración con Scott Ritter. Ritter en sus tiempos de marine fue oficial de inteligencia experto en misiles balísticos y formó parte del equipo de inspectores de la ONU en Iraq. En el libro y ante quien quisiera escuchar (El Mundo, BBC, PBS) mantenía que el equipo de inspectores de la ONU había comprobado que Iraq había desmantelado su programa de armas de destrucción masiva, que Iraq no podía proveerse o fabricar tales armas sin que fuera percibido por los equipos de inspectores y por los servicios de inteligencia occidentales. En el libro, además, encontré una advertencia de que una vez desapareciera el régimen lo haría con él la ligazón artificial que mantenía unidas a las comunidades que formaban ese artificio que es Iraq. Sólo en el tristemente desaparecido David Hackworth encontré a alguien que tras el desengaño menciona ara Ritter por la que le cayó a Ritter: Like it or not, Maj. Scott Ritter had it right all along.
Y algo debió sospechar el resto cuando aquel famoso informe sobre Iraq del gobierno de Blair resultó ser un copia y pega de un artículo de un investigador académico y de publicaciones de la editorial Jane’s.
Ahora, conociendo lo que pasaba en aquellos días en el régimen de Saddam por dentro y confirmando, no sé si sentirme orgulloso o asustado por la idea de que aquel friki que fui y sigo siendo tenía gracias a sus lecturas y navegaciones por Internet mejores datos que dos jefes de gobierno. Sería interesante recordar, porque no deberíamos olvidarlos, los sueños de grandeza de uno de ellos. Según Casimiro García Abadillo en 11-M La Venganza el apoyo a Bush fue “una vía para recuperar parcialmente el papel que tuvo nuestro país cuando aún era potencia colonial y borrar de un plumazo las frustraciones del 98″ [pág. 155], rompiendo “con una trayectoria de cien años en política exterior. Desde la pérdida de las colonia, España se había mantenido al margen de los conflictos internacionales» [pág. 162].
Pues yo aún iria más atrás. España no ha participado en un conflicto a nivel internacional desde la guerra de la Independencia. Todo lo más en la época Isabelina se fue en algunas aventuras con Francia. Y como no nos casabamos con nadie en 1898 nos encontramos solos. Canovas al llegar al poder optó por estar a bien con todos y no estar a mal con nadie eso nos llevó a no tener aliados. Porque como se suele decir no se puede estar solo a lo guay, hay que estar a las duras y a las maduras. Por ello como nadie podia contar con España para nada, nadie ayudó a España frente a USA que en 1898 con que una sola potencia nos hubiera apoyado las cosas hubieran sido de muy otra manera.
En la Europa de la Restauración el principal foco de tensión era el revanchismo francés por la guerra del 1870. Y Cánovas no se decidio por una alianza ni con el imperio alemán ni con la república francesa, por lo que ni unos ni otros nos consideraron en nada.
Interesante post. Y no dudo en el tema de que hubieses estado más informado que 2 jefes de gobierno. Pasa que muchas veces, gente ya metida en la función pública o en las «altas esféras» como que se desconecta de la realidad. A la vez, de que en cierta generación hay aún los viejos paradigmas de las restricciones de la información, hay esa cierta pedancia de que la información solo se maneja en ciertos círculos y nada más, desconociendo un poco toda esta revolución que se está generando en internet.
En fin, saltaré por los links que planteas.
Por otro lado, te he respondido el mail, avisame si te ha llegado pues el primero me rebotó.
Un abrazo.
son unos tontos!