La reciente publicación por parte del periódico estadounidense New York Times de un reportaje sobre los viajes a Rusia de dos personajes del entorno del expresidente catalán, Carles Puigdemont, para establecer contactos con personajes rusos ciertamente “interesantes” ha causado una pequeña polémica tuitera.
Yo mismo me vi envuelto en la polémica en ella porque, desde mi punto de vista, estas informaciones confirmarían mi tesis de que ciertas agitaciones informativas sobre Cataluña que recibieron algo de apoyo ruso habrían servido de cortina de humo. La versión alternativa es que todas estas nuevas informaciones se tratarían de una campaña de intoxicación para involucrar a Rusia en la crisis de Cataluña, perjudicar su imagen a ojos de la opinión pública española y generar desconfianza hacia el gobierno ruso en Bruselas.
Al final, se hace necesario repasar con calma lo afirmado en el NYT y hacer una valoración personal. Hay que tener en cuenta que además del reportaje del NYT, tenemos un artículo del Organized Crime and Corruption Reporting Project (OCCRP) y otro de El Periódico sobre el mismo tema. Por último, Nicolás de Pedro escribió en El Español un artículo dando contexto.
El artículo de New York Times salió publicado el día 3 de septiembre, tanto en inglés como en español. Lo firman Michael Schwirtz y José Bautista. Michael Schwirtz es reportero de la sección internacional del New York Times y es especialista en temas rusos. En 2020 ganó un Premio Pulitzer por sus reportajes “sobre las operaciones de inteligencia rusas”. José Bautista es un periodista español que escribe para medios como Le Figaro y La Marea, además de formar parte del equipo «Por Causa».
El artículo del OOCRP lo firman Antonio Baquero, de la propia organización, con el periodista Jesús G. Albalat y la colaboración de Martin Young, también del OOCRP. Albalat es el periodista que firma en solitario el artículo de El Periódico. En el OOCRP se resume el asunto de la siguiente manera:
The report contains no evidence that the Russian government provided concrete assistance to the Catalan independence movement. But it indicates that contacts between Catalan officials and influential Russians continued well into 2020.
Podríamos decir que toda esta historia se reduce a que personajes del independentismo catalán estuvieron tocando en las puertas del establishment ruso, tratando de obtener apoyos para su causa entre 2019 y 2020, sin que parezca que obtuvieran grandes resultados. No es la primera vez que transciende algo parecido a la prensa. Un reportaje de Marc Marginedas, Antonio Baquero y Jesús Albalat publicado por El Periódico el 21 de noviembre de 2019 contó como Víctor Terradellas, “persona muy cercana al expresidente catalán Carles Pugidemont” trató de negociar en Moscú en 2017 un apoyo ruso a la declaración unilateral de independencia catalana a cambio del reconocimiento de la soberanía rusa sobre Crimea. Su interlocutor en Moscú fue entrevistado y afirmó que por aquel entonces el gobierno ruso estaba “muy distanciado” de la cuestión catalana y que “no necesitábamos ese reconocimiento”.
Los contactos rusos del asesor internacional de Puigdemont.
Josep Lluis Alay Rodríguez, a quien el periódico neoyorkino describe como “un alto consejero del expresidente catalán autoexiliado Carles Puigdemont”, viajó en abril y junio de 2019 a Moscú. Según un “un reporte de inteligencia europeo”, en ese viaje Alay se encontró “con funcionarios rusos, con ex-agentes de inteligencia y con el nieto de un espía de la KGB, un hombre muy bien conectado”.
¿Quién es Josep Lluis Alay Rodríguez? Es profesor de historia en la Universidad de Barcelona, especializado en Tíbet y Mongolia. El artículo biográfico de Wikipedia desgrana su currículum académico y profesional sin apenas referencias, lo que nos permite sospechar que lo escribió él mismo o alguien de su entorno. Según la Wikipedia, es actualmente “responsable de la Oficina de Carles Puigdemont” y se menciona que le acompañaba en el momento en que fue detenido en Alemania mientras viajaba por carretera de Finlandia a Bélgica.
En un reciente vídeo de Youtube, el incombustible periodista Xavier Rius de e-noticies rescataba algunas perlas de las publicaciones de Alay en Twitter, como su interés por los movimientos secesionistas de la isla de Bougainville (islas Salomón) y Papúa Occidental (Indonesia). Usando los términos de Xavier Rius, diríamos que Alay forma parte del sector “hiperventilado” del independentismo. Que considere referentes para Cataluña a movimientos muy ajenos a la realidad europea es un reflejo de que el independentismo ha perdido la esperanza de encontrar apoyos entre los gobiernos democráticos de Europa Occidental. Hice un repaso a los errores de cálculo geopolíticos del independentismo catalán para Economía Digital el pasado mes de junio en “Puigdemont y un independentismo catalán internacionalmente menguante”.
El reportaje del NYT cuenta que tanto Puigdemont como Alay confirmaron la existencia del viaje pero negaron que tuviera como fin buscar apoyo ruso para el independentismo catalán y que en cambio formaban parte de los habituales contactos con periodistas y funcionarios extranjeros. El NYT preguntó además sobre el viaje a un portavoz del actual gobierno catalán, Sergi Sabrià, que afirma que “esos viajes a Moscú no se realizaron en nombre del Gobierno catalán y se llevaron a cabo sin el conocimiento de Pere Aragonès”.
Según el NYT, la realidad es más compleja. Los sucesivos viajes, contactos y conversaciones de los protagonistas reflejan un elevado interés por la oficina de Puigdemont por establecer vínculos con Rusia. Sus fuentes son un “reporte de inteligencia” de 10 páginas con fecha junio de 2020 y los “expedientes de dos investigaciones confidenciales y diferentes realizadas por magistrados en Barcelona y Madrid”. Estos últimos incluyen la transcripción de los mensajes envidados por Alay y miembros del círculo de Puigdemont.
En el reportaje se menciona que la transcripción de los mensajes ocupa “700 páginas de extensión” y que fueron “extraídos del teléfono de Alay en octubre de 2020 durante un breve arresto”. Uno de esos mensajes, con fecha 23 de agosto de 2020, según el NYT, se lo manda Alay a Puigdemont y dice “Estoy pensando mucho en el tema Rusia”. Varios de los mensajes son reproducidos en el reportaje del OOCRP utilizando un formato gráfico que imita una aplicación de mensajería.

Contactos en Moscú.
Alay viajó a Moscú en marzo de 2019 y junio de 2019. Fue acompañado por el empresario ruso residente en España Alexander Dmitrenko. Sus contactos allí, según el informe de inteligencia citado en el reportaje, fueron Oleg V. Syromolotov y varios funcionarios de inteligencia. Alay lo niega. También se reunieron con Yevgeny Primakov y el matrimonio formado por Andrei Bezrukov y Yelena Vavilova. Alay en cambio sí confima estos otros contactos.
Syromolotov llegó a ser segundo al mando del departamento de contraingeligencia de la agencia de seguridad rusa FSB. Primakov por su parte es nieto de quien fue primer ministro, ministro de asuntos exteriores y primer jefe del servicio de inteligencia exterior SVR. Entre 2018 y 2020 fue miembro de la Duma Estatal rusa, pero en ese último año fue nombrado director de una agencia federal rusa que trata con la comunidad étnica rusa en el exterior del país. Fue felicitado por ello por sus contactos catalanes.
Alay trabajó tres meses en otoño de 2020 traduciendo al catalán la novela autobiográfica La mujer que sabe guardar secretos, escrita por Vavilova. Ella y su marido vivieron con identidades falsas en Estados Unidos. Regresaron a Rusia tras un intercambio de espías y al parecer su vida inspiró la serie The Americans. Ese contacto le valió, según afirma el propio Alay, dar dos conferencias en una universidad de Moscú.
El reportaje del NYT ve una conexión entre los viajes de Alay a Moscú y la aparición del movimiento Tsunami Democràtic que apareció en 2019 y fue muy activo en la respuesta a la sentencia tras el juicio a varios cabecillas del Procés. Se menciona que, según “uno de los expedientes confidenciales de la policía”, Alay habría acudido a Ginebra junto con otros activistas del independentismo catalán para preparar los planes.
Agentes rusos en España.
El reportaje del NYT menciona la presencia en España de agentes de la unidad 29155 de la inteligencia militar rusa (GRU), especializada en trabajos sucios en Europa, durante el referéndum del domingo 1 de octubre de 2017. Aunque se matiza que “España no ha presentado evidencia de que hayan tenido un papel activo”. Uno de ellos sería, según Alejandro Requeijo en Voz Pópuli y Nicolás de Pedro en El Español, un personaje que aparece en el caso Skripal: Denis Sergeyev.
También se habla de la llegada, tres días después del bloqueo del Aeropuerto de Barcelona organizado en octubre de 2019 tras la publicación de la sentencia del juicio a líderes del Procés de dos personajes relevantes: Sergei Sumin, coronel del Servicio Federal de Protección, y Artyom Lukoyanov, hijo adoptivo de Vladimir Surkov, el que fue asesor de Putin y «eminencia gris del Kremlin». Lukoyanov es socio del empresario Alexander Dmitrenko en una empresa llamada AA Plus Wealth Management con sede en Londres.
Alay y Dmitrenko se reunieron con los dos personajes llegados de Rusia a su paso por Barcelona. Según Alay, fue al encuentro por invitación de Dmitrenko sin más intención que “saludarles educadamente”. Dmitrenko es un personaje interesante. Se le denegó la nacionalidad española, a pesar de haber residido 17 años en España, por sus vínculos con la inteligencia rusa de la que «recibe misiones» y porque «se han detectado contactos de este individuo con algunos de los principales líderes del crimen organizado transnacional de origen ruso».
Por último, consta que el abogado de Carles Puigdemont, Gonzalo Boye, viajó a Moscú en febrero de 2020. Su contacto allí fue Vasily Jristoforov, una figura oscura presuntamente vinculada con el crimen organizado ruso. Según Boye, acudió a Moscú para tratar los casos judiciales de Jristoforov.

Una valoración muy personal.
La primera y gran duda es, ¿es veraz toda esta información? Y si es veraz, ¿cómo es que el contenido de un informe de inteligencia termina en la prensa? Tristemente en España es algo habitual y lo que generalmente se conoce como “periodismo de investigación” es en realidad “periodismo de filtración”. Podríamos pensar que “alguien” está interesado en desacreditar a Puigdemont y sobre todo mandar un mensaje a Moscú.
Los medios de comunicación independentistas han oscilado entre la denuncia de la violación de la privacidad de los implicados y el cuestionamiento de la veracidad de la información filtrada. Otros, apuntan a una campaña de desinformación contra Rusia. Si la información va a ser finalmente valorada en sede judicial, tendremos entonces la oportunidad de comprobar finalmente cuánto hay de cierto y cuánto hay de fabulación.
La primera hipótesis es que la información publicada sea completamente falsa y provenga de fuera de España. Estaríamos ante una campaña de intoxicación lanzada para predisponer contra Rusia a esos sectores de la izquierda y la derecha españoles que sienten simpatías por la Rusia de Putin y además están a favor de la unidad de España. En ese caso, algunos de los contactos que los implicados españoles niegan, nunca existieron y esas 700 páginas de transcripciones de las conversaciones por mensajería fueron tergiversadas para presentar conclusiones equivocadas.
La segunda hipótesis sería que la información publicada sea completamente falsa y provenga de dentro de España. En ese caso, estaríamos ante una campaña de intoxicación lanzada para desacreditar a Carles Puigdemont a ojos de la Unión Europa, en cuyo parlamento mantiene la consideración de diputado. El objetivo último de la operación de desinformación no sería por tanto la opinión pública española, sino las instituciones europeas. La operación trataría también de socavar la simpatía que puedan tener por personajes como Puigdemont en particular o el movimiento independentista catalán en general en países hostiles a la Rusia de Putin, como son las tres repúblicas bálticas.
Por último, la tercera hipótesis sería que la información sea completamente cierta. En este caso estaríamos probablemente ante una filtración deliberada con los objetivos mencionados en el párrafo anterior.
Lo que queda meridianamente claro a estas alturas es que la crisis catalana de 2017 respondió a causas totalmente endógenas. Nadie apunta a que el auge del independentismo en Cataluña y los acontecimientos vividos en esa región española en los últimos años sea resultado de una injerencia extranjera. Es por tanto comprensible la presencia de agentes de inteligencia rusos en octubre de 2017 en Barcelona en una situación de incertidumbre. Aunque Nicolás de Pedro especula en El Español que tratándose de agentes de una unidad especializada en acciones de desestabilización podrían haber estado allí a la espera de intervenir en función de la evolución de los acontecimientos y no meramente como recolectores de inteligencia.
La conexión entre los viajes de Alay a Moscú y la aparición del Tsunamic Democràtic que establece el NYT me parece mera especulación. Aquella aparición fue la respuesta del movimiento independentista a las detenciones de los cabecillas del Procés. Un movimiento anónimo era menos vulnerable al descabezamiento. Además, imagino que quedaron pocos políticos catalanes con ganas de terminar en prisión. Como ha señalado repetidamente Xavier Rius, que un movimiento surgido de la nada recibiera tanto eco mediático significa que era un mero instrumento del establishment independentista catalán. No creo por tanto que hiciera falta ayuda externa para ponerlo en pie, más allá de alguna colaboración con la plataforma informática y la app.
Mi impresión es que la iniciativa en estos contactos siempre partió desde un puñado de personajes del entorno de Carles Puigdemont y que los rusos aceptaron mantener los diferentes encuentros para sondear el potencial provecho de mantener un vínculo con un personaje al que presentar como ejemplo de la «hipocresía europea». Las narrativas rusas han jugado mucho siempre con señalar las contradicciones y problemas de las democracias occidentales. Casi todo el trabajo de Inna Afinogenova y canales rusos como «Ahí les va» usan esa línea argumental desde el sarcasmo.
Para Moscú, ponerle un micrófono a Puigdemont era una forma de incordiar a países como España. Recordemos cuando el ministro de Asuntos Exteriores ruso, Sergei Lavrov, comparó el caso de Alekséi Navalni con el de los independentistas catalanes condenados. En palabras de Nicolás de Pedro:
Resumiéndolo mucho, el Kremlin está convencido de que las llamadas Revoluciones de Colores, las Primaveras Árabes o el Maidán ucraniano no fueron más que golpes de Estado inducidos por Occidente con fines geopolíticos para subvertir regímenes afines a Rusia. Y, en consecuencia, el Kremlin lleva alrededor de una década embarcado, en palabras de un prominente analista ruso, en darle a probar a EEUU de su “propia medicina”.
Ahora sólo queda esperar si este caso finalmente termina presentado en sede judicial y podemos al fin comprobar la veracidad de las informaciones publicadas.
Ojalá acabe todo esto presentado en sede judicial y se aclaren muchas cuestiones.
Si, a los nativos de un país con problemas les encanta echar la culpa a las potencias extranjeras, pero estas como mucho pueden aprovecharse de problemas ya existentes o echar más leña al fuego. Como en Siria, me he hartado de ver gente diciendo que toda la culpa la tenían las potencias extranjeras que odiaban a la maravillosa Siria.
En España tenemos un problema con el separatismo catalán y las potencias extranjeras no lo han creado, pero si pueden pescar algo que les interese lo harán. A rio revuelto, ganancia de pescadores.