Veinticinco días en Bogotá (III)

[Tercera entrega de nuestro enviado especial en Colombia, Gonzalo Martín]

Opulencia, burbuja y crecimiento económico

Un informe reciente del BBVA asegura que la economía colombiana crecerá en 2014 en torno al 4,7%. Si bien algo menos del 5% que se estimaba anteriormente, parece notable. Los barrios más elegantes de Bogotá están repletos de construcciones en marcha. Casi en cada manzana se construye o se ha construido un hotel de cuatro o cinco estrellas. Tanto por grandes cadenas internacionales como por grupos locales e inversores aparentemente oportunistas que se aprovechan de una legislación que garantiza un trato fiscal favorable a la construcción de hoteles.

En las conversaciones, para muchos existe la certeza de que se trata de un instrumento de blanqueo de dinero procedente del narcotráfico. La directora comercial de un hotel me explica que en el equivalente a una zona como Velázquez o Serrano en Madrid, la ocupación media de los hoteles ha bajado mucho este verano. Que la competencia de precios se recrudece por la creciente presencia de un producto – elegante, repleto de servicios – en la zona.

Las partes altas de Bogotá están inundadas de restaurantes de diseño contemporáneo. Le decía a una amistad que recordaba a lo que se puede ver en Santa Mónica: esa estética minimalista actual, con especialidades de todo tipo: italianos, peruanos, cervecerías artesanas, la tendencia a la hamburguesa gourmet es amplia, existen cadenas de comida rápida basadas en especialidades locales con todos los toques de gestión internacional. Si hace poco Bolivia ha visto como el MacDonald’s de este país se ha retirado ante la fuerza de la comida local, en Colombia me comentan que esta cadena norteamericana no puede con la fuerza de la colombiana El Corral: en efecto, sus hamburgueserías están pobladas, la gestión es eficiente y propia de cualquier país del norte y en su versión gastronómica de gran calidad y presentación.

La construcción de vivienda en estos barrios tiene una arquitectura elegante, armónica con el entorno y, a la vez, diferenciada. Son edificios de viviendas con grandes ventanales (Bogotá es una ciudad con brumas frecuentes, debido a la altura – más de 2.500 metros sobre el nivel del mar – en otoño perpetuo). Esos enormes vidrios sin cortinas dejan ver mobiliarios y decoraciones modernas y caras. Por doquier se construyen nuevos edificios de apartamentos con decoraciones de revista. También oficinas. Para un español, es fácil decir que recuerda a la burbuja inmobiliaria vivida en la península ibérica, pero cuando se le señala a los locales se rebelan con matices y argumentos ante la observación: sí existen – dicen – unas ciertas dosis de burbuja por el crecimiento, pero a diferencia de España el constructor no podría edificar hasta garantizar un porcentaje de ventas bastante alto de los espacios comercializados, el banco no puede prestarle sin ello.

En efecto, los bancos parecen tener fuertes restricciones al crédito. El presidente del BBVA explicaba en un acto público a las preguntas de empresarios españoles, que la ley no le permitía dar préstamos a empresas con menos de dos años de vida. Los trámites para abrir sociedades, lograr cuentas bancarias, tarjetas de crédito a nombre de empresas o tener líneas de telefonía movil a nombre de empresa, son largos (meses, a veces) y tediosos. Los costes laborales para sueldos bajos, son elevados.

Cadenas de gimnasios con enormes edificios acristalados, centros comerciales repletos y con multitud de presencia de cadenas internacionales (incluidas muchísimas españolas: Mango, Inditex con muchas de sus marcas, Cien Montaditos) reflejan una realidad para la clase acomodada poco diferenciada de las áreas de clase media alta y alta de cualquier ciudad europea o de Estados Unidos. Sin embargo, es numeroso el grupo de los que dicen que aquí se blanquea mucho, mucho dinero. Que muchos restaurantes cierran a las pocas semanas. Llama la atención ver pizzerías acristaladas de tres pisos y gimnasios equipadísimos de muchas plantas permanentemente semivacíos.

Es como si la leyenda de los carteles hubiera sido substituida por herederos profesionales de las finanzas y gestionaran el negocio con discreción. Medellín, la mundialmente famosa cuna del cartel de su nombre y lugar de acción del mítico Pablo Escobar, hoy ha sido elegida como capital mundial de la innovación. Una ciudad que lucha por albergar eventos internacionales. La élite empresarial de Antioquia (cuya capital es Medellín) es la propietaria de un poderoso grupo de empresas industriales y de servicios que se extiende por todo el país. De cultura particular, es la rival de Bogotá en un enfrentamiento psicológico que recuerda al de Madrid y Barcelona.

Pero, con todo, la emoción por un futuro mejor y más optimista está presente. El presidente saliente de la ANDI (la patronal colombiana que representa el 40% del PIB del país) ha efectuado un emotivo discurso de despedida en el que es interesante destacar palabras como estas: “…a mi sucesor le corresponderá la ardua tarea de comparar estos logros, grandes sin duda, con otros horizontes: los del mundo desarrollado, con los promedios de la OCDE. Ser mejores que Argentina o que Costa Rica ya no será suficiente. Nuestro espejo será Polonia y después España”.

[Continuará]

4 respuestas a “Veinticinco días en Bogotá (III)

  1. Me da que te has movido en ambientes de estratos superiores. Yo me moví en estratos 3 o 3.5 y la visión que se tiene de las cosas es muy diferente. Tratas igual con gente no tan bien informada pero más «auténtica».

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