El problema de las herramientas

Es significativo que en la primera década de siglo hayamos pasado de hablar del Movimiento Antiglobalización y el «otro mundo es posible» a preguntarnos dónde quedaron los sueños de un Futuro mejor.

Es cierto que la la perspectiva del tiempo nos permite mirar con ojos críticos las consignas de 1999 y podemos evitar así caer en la añoranza de una ilusión. Aquellos agricultores franceses que destrozaron un McDonald’s resultaron simpáticos porque rechazaban la lógica capitalista de la comida basura. Pero era la misma clase de respuesta a volcar en la frontera camiones españoles cargados de tomates. Su violencia sólo era el reflejo de su falta de ideas.

Pero no se trata de falta de ideas. Cuando soñábamos con aquel futuro en el que nos imaginábamos más libres la tecnología jugaba un papel emancipador. Al igual que la democracia significaba «un hombre, un voto», Internet permitía que cada persona tuviera voz. En esa cacofonía que el escritor o el columnista tecnófobo español de turno desprecia encontramos nuestros pares. Encontramos referencias, reflexiones, pistas y nuevos mundos en las voces de otros. Por eso es desalentador como ahora Internet equivale para muchos a unos pocos servicios privativos y cerrados.

Concluía Juan Freire hace poco:

[T]witter no es una herramienta autónoma aunque genere espacios temporalmente autónomos que, paradójicamente, conviven dentro de las «industrias del control». Un presente paradójico donde mundos opuestos emplean las mismas armas y conviven dentro de los mismos espacios. El problema, para los que apostamos por la narrativa de las redes, es la asimetría de origen provocada porque una de las partes es la que controla habitualmente las infraestructuras.

Que las cosas van por el camino equivocado lo tenemos en el caso Haystack. Unos tipos anuncian a bombo y platillo que han desarrollado un software que permite la navegación por Internet visitando de forma disimulada webs comprometidas. Se entrevistan con políticos. Anuncian que el software ya está en servicio en Irán. Y cuando expertos e interesados piden más datos echan balones fuera. Finalmente dejan que el código sea revisado por expertos y se descubre que el sistema tiene fallos graves.

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